Desde tiempos inmemoriales, los faros han iluminado el camino de millones de navegantes en todo el mundo, que afanosamente buscaban el mejor derrotero que los pusiera a salvo de los peligros del mar. En lugares muchas veces inaccesibles y en algunos casos, en total soledad, han sido eje de leyendas y de múltiples historias de valientes marinos y de providenciales haces de luz que aparecían en los momentos y situaciones más desesperantes.
En nuestro país, desde las traicioneras aguas de la Bahía Samborombón hasta las inhóspitas Islas Fueguinas han sabido también generar esa atracción tan especial que en algunos casos han llegado a inspirar ha escritores famosos, algunos de la talla de Julio Verne ("El faro del fin del mundo"-1905) a escribir historias de barbados y solitarios lobos de mar enfrentados a feroces tempestades y maremotos, en los lugares más peligrosos del planeta.
A pesar del tiempo transcurrido y de los adelantos tecnológicos alcanzados, los incansables faros siguen cumpliendo una tarea fundamental para la navegación. Algunos han sido modificados, mejorando sus luminarias e incluso a algunos le han adosado un ascensor, pero a pesar de todo siguen siendo invalorables monumentos a la esperanza de millones de personas que viven del mar.
En nuestras playas se levantan solitarios, rompiendo la monotonía de la llanura. Sus interminables escaleras de caracol nos llevan a internarnos en un túnel lleno de misterios, en donde al terminar el recorrido, nos muestra como premio, la infinidad del territorio que abarca su luz, de los pueblos que a su alrededor vio nacer y que como mudo testigo vio crecer.
Esta página busca, en lo posible, mostrar la belleza de estos monumentos que debemos respetar y aprender a conservar para las generaciones futuras.